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Paradigma Educativo

La Unidad Educativa Javier en nuestra búsqueda por la excelencia de la formación integral de los niños, niñas y jóvenes, pretendemos formar desde una apertura y diálogo con la cultura, discerniendo la voluntad de Dios en el servicio educativo hacia los demás,  teniendo particular cuidado y seguimiento de aquellos que se nos ha confiado, potenciando nuestra práctica pedagógica bajo el Paradigma Ignaciano vinculado con metodologías activas de aprendizaje como son: El aprendizaje basado en Proyectos desde el enfoque de las inteligencias múltiples, Centros de Aprendizajes y Bachillerato Internacional.

El Javier centrado en la diversidad de cada uno de sus estudiantes busca potenciar las ocho dimensiones del ser: Ética, Espiritual, Cognitiva, Afectiva, Comunicativa, Estética, Corporal, y Sociopolítica; por lo que continuamente está  en una dinámica de innovación en todos sus ámbitos.

El proceso ignaciano de aprendizaje y construcción del conocimiento tiene que ver con el sistema pedagógico que invita al estudiante a contextualizar, experimentar, reflexionar, actuar sobre la realidad y evaluar su forma de proceder; lo que conlleva a prepararse y disponerse uno mismo para superar los obstáculos que impiden la libertad y crecimiento personal en el camino de búsqueda de la verdad; metodología educativa que permite hacer visible los aprendizajes a través de proyectos que generan conocimientos perdurables.

La Educación Jesuita, una mirada holística

Pretendemos formar líderes en el servicio y en la imitación de Cristo Jesús, hombres y mujeres competentes, conscientes y comprometidos en la compasión, a través de la promoción del desarrollo intelectual de cada estudiante, para completar los talentos recibidos de Dios, sigue siendo con razón un objetivo destacado de la educación de la Compañía. Su finalidad sin embargo, no ha sido nunca acumular simplemente cantidades de información o preparación para una profesión, aunque estas sean importantes en si mismas y útiles para que surjan líderes cristianos.

 

El objetivo último de la educación jesuita es, más bien, el crecimiento global de la persona que lleva a la acción, acción inspirada por el Espíritu y la presencia de Jesucristo, el hijo de Dios, el «Hombre para los demás». Este objetivo orientado a la acción está basado en una comprensión reflexiva y vivificada por la contemplación.

 

Un graduado de un colegio jesuita es una persona «equilibrada, intelectualmente competente, abierto al crecimiento, religioso, amable y comprometido con la justicia en el servicio generoso al pueblo de Dios».

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