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  • Fausto Saltos

Mi experiencia en Ejercicios Espirituales

Desde el primer momento que entré a la secundaria, había escuchado de la experiencia de Ejercicios Espirituales y me llamaba mucho la atención vivirla, por lo que puse muy alta la vara en cuanto a mis expectativas. Casi 5 años después de mi primer acercamiento con eso, pude, el 28 de octubre de este año, embarcarme rumbo hacia aquello que tanto había esperado. Mis primeras impresiones de la casa cumplían con el estándar creado en mi cabeza, y me entusiasmé mucho con el porvenir de toda la experiencia en si.


Entre la euforia del grupo numeroso que al retiro, apropiarse del silencio fue bastante complicado, y me incluyo. El primer día lo pasé de una forma amena, me gustó mi cuarto y la comida estaba demasiado rica, hicimos oración y fuimos a dormir. El verdadero reto comenzó el segundo día, porque me costó bastante entrar en la dinámica de los Ejercicios y mi cabeza estaba analizando más la calidad del retiro y eso me impedía ver qué era lo que yo de verdad sentía al momento de interiorizar. Uno de mis acompañantes se dio cuenta de esto y me lanzó el balde de agua fría para que despertara y olvide toda expectativa generada por mi mente. Me hizo darme cuenta de que eso no era algo que debía parecerme bonito como un viaje a Disney, sino que debía ayudarme para mi mejora como persona.


El tercer día, renovado con ese nuevo pensamiento y la comida en abundancia, realicé con mucha indiferencia todas las actividades que se nos presentaron, y fue ahí donde pude palpar “eso” que me guió desde ese punto hasta mi actualidad, el hecho de sentirme perdonado por los demás. Eso me ayudó mucho a replantearme muchas cosas de una manera suave, detallada y con mucha paciencia; un momento de consolación que me duró mucho tiempo, tanto así que no tengo palabras para describir esa sensación, que me impulsó durante el último día de ejercicios, cuando tuve la oportunidad de plantear una reforma para mi vida, la cual ya estoy llevando a cabo y espero seguir haciéndolo para generar un mayor impacto positivo en mi vida.


Para terminar, quiero agradecer a Dios, a mis padres y al Javier por brindarme esta experiencia enriquecedora en el espíritu, a los acompañantes de mi tanda, en especial al P. Pepe, P. Felipe y Carolina Aranda por ser ese apoyo en mi experiencia de acercarme a Dios desde el interior. Los invito a todos aquellos que aún no han vivido la experiencia, para que puedan palpar algo que hace único al ignaciano. Una experiencia maravillosa que te llena y te ayuda en la medida en que nosotros lo permitimos.


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